Benjamin Netanyahu ya rebasó los límites de la reacción bélica.
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, está arrinconado por la presión mundial que pesa sobre su ofensiva en el territorio palestino con la firme idea de destruir todo rastro del Movimiento para la Resistencia Islámica Hamas, tras el ataque de esta organización en la Franja de Gaza contra varios kibutz.
Eso dejó un lamentable saldo de 1 mil 500 muertos y unos 250 secuestrados, muchos de ellos jóvenes que asistieron a un concierto de música y familias que se distinguen por ser pacíficas, incluso por ayudar a menores palestinos con asistencia médica.
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Pero esa misma ofensiva, justificada unos días después por Hamas, para según ellos resucitar su movimiento, le ha costado a la población palestina unos 34 mil muertos, miles de desplazados, una infraestructura completamente destruida y probablemente la desaprobación de sus gobernados.
Para el primer ministro de Israel, primero que nada, representó una inmejorable oportunidad para buscar borrar la impopularidad que pesa sobre su gobierno y en particular sobre él, acusado de corrupción y con una desaprobación creciente por tratar de cortarle las manos a la Corte Suprema.
Netanyahu ya rebasó los límites de la reacción bélica y ahora, aunque quiera, ya no sabe cómo detenerse, peor aún, al interior de Israel, las voces cada vez son más en contra de sus decisiones bélicas y su inoperancia para conseguir la liberación de los rehenes que tiene bajo su poder Hamas.
Las ofensivas contra Hamas han sido brutales, sin importar que en medio se estén perdiendo vidas de civiles, muchos niños y mujeres, Netanyahu dice que “son cosas que se ven en la guerra”, puede ser que tenga razón, pero no hay el menor reparo en detenerse, más bien, el propósito es seguir adelante en su idea de desbaratar por completo al movimiento palestino.
También es verdad, que Hamas abrió la puerta de esta barbarie y hoy se comporta como víctima, sin faltar un día, difunden el número de bajas en suelo palestino, para que el mundo se entere de lo que sufren bajo la metralla israelí y el abuso del poderío militar de su acérrimo rival.
Lo de Hamas es una doble moral, los líderes y principales dirigentes de ese movimiento no están en la Franja de Gaza, están cómodamente dando órdenes desde Líbano e Irán, sus aliados en esta guerra, que tiene como a sus principales víctimas a los civiles.
De lado judío no es muy diferente, parece que al primer ministro no le interesa una pronta liberación de los rehenes, más bien está enfocado en recuperar el prestigio de anteriores gobiernos, hoy Netanyahu tiene un pie fuera del poder. Al mismo interior de su gobierno hay voces que exigen llamar a nuevas elecciones.
En el plano internacional, las cosas no pintan nada bien para Israel, los roces con diferentes gobiernos de América Latina y Europa son cada vez más frecuentes y fuertes, el más reciente por la muerte de siete trabajadores de la ONG, World Central Kitchen, que comanda el chef José Andrés.
Esa acción que no parece un error, sino más bien premeditada para impedir la ayuda humanitaria a los desplazados palestinos, fue la gota que derramó el vaso, varias organizaciones de voluntarios decidieron suspender sus labores ante la falta de garantías para desarrollar su trabajo.
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Esa trágica acción provocó una reacción de Estados Unidos, principal socio de Israel en Occidente, el presidente Joe Biden le exigió a Netanyahu que negocie un alto el fuego de inmediato y que haga lo necesario para proteger a los civiles o el apoyo ya no será tan seguro.
Aunque, dicho sea de paso, Washington también tiene un doble discurso, porque sigue siendo el principal proveedor de armas de Israel, el asunto es que el primer ministro de Israel ya anunció que su Ejército tiene fecha para entrar a Rafah y con ello consolidar la victoria sobre Hamas.
Pero tenga por seguro que el más mínimo error de sus tropas representará el inicio del fin de una era que ya costó muchas vidas, con el fin principal para Netanyahu de terminar con los fantasmas de corrupción que lo persiguen y que hoy son su principal enemigo. O usted ¿Qué cree?
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