Durante tres campañas consecutivas, AMLO era el centro de todos los foros, y cómo las bardas y los espectaculares promocionaban a López Obrador y de pasada a los demás candidatos.
En épocas de campaña electoral, especialmente cuando estas coinciden con las elecciones presidenciales, las contiendas locales tienden a ser opacadas por la estructura, el mensaje y la imagen del candidato a la presidencia de la República.
Recordemos cómo, durante tres campañas consecutivas, AMLO era el centro de todos los foros, y cómo las bardas y los espectaculares promocionaban a López Obrador y de pasada a los demás candidatos. Además, es imposible olvidar la campaña de Peña Nieto, quien dictaba la "línea" a seguir por todos los demás candidatos.
Su equipo no solo definía los mensajes, sino también los colores, funcionando como una campaña promocional a nivel nacional. Aunque a veces regionalizaban los mensajes, se trataba de una campaña de alcance nacional.
Hoy, con figuras políticas menos dominantes, el fenómeno ha cambiado: lo local está arrastrando lo nacional. Los candidatos a presidentes municipales, senadores de la República, diputados federales o gobernadores son quienes están marcando el ritmo.
El mensaje se ha regionalizado aún más. Pero lo crucial sigue siendo los votos. En estos largos meses de campaña electoral, se ha abierto una brecha en lo local. Las diversas facciones de la oposición, a veces unidas bajo una misma candidatura, han logrado algo impensable en la era de AMLO: construir un halo de esperanza y posicionarse ventajosamente en regiones donde hace un año parecía imposible.
Como ejemplo de esto, analicemos el caso más emblemático: Veracruz. Una campaña desastrosa para la candidata de Morena, marcada por escándalos de posible enriquecimiento ilícito, soberbia y desorganización, así como un exceso de confianza.
Estos elementos, junto a una oposición unida y un candidato disciplinado con fuerte arraigo local, permitieron abrir un boquete inesperado, con posibilidades reales de arrebatarle a Morena una de sus entidades con un peso político importante.
Al igual que Baja California en su momento fue para el PAN, o el resurgimiento del PRI después de 2012, Veracruz simboliza la posibilidad de derrota para Morena y la esperanza de las oposiciones.
En 2018, la coalición que llevó a la gubernatura a Cuitláhuac García recibió 1.6 millones de votos; en 2016, debido a una gubernatura “breve” por reformas constitucionales para alinearla con la presidencial, Miguel Ángel Yunes obtuvo un millón de votos; y en 2012, Javier Duarte ganó con 1.3 millones de votos. Es decir, para obtener la gubernatura de manera contundente, se necesitan entre 1.2 y 1.5 millones de votos.
Aquí me detengo, querido lector, para preguntarte: ¿qué relación tiene lo local con lo presidencial? Precisamente eso, que el debilitamiento de Morena comenzará a sentirse desde lo local. Serán las gubernaturas, como la de Veracruz, pero también Puebla, Morelos y la Ciudad de México, donde Morena empezará a perder votos y, consecuentemente, poder.
En este entorno cambiante, donde lo local resurge con fuerza, es crucial no solo observar las tendencias nacionales, sino también entender las dinámicas locales. Los votos se ganan y se pierden en las calles de nuestras ciudades y pueblos, donde las promesas de cambio deben materializarse en acciones concretas.
La lección es clara: los partidos políticos no deben dar por sentado su poder en ninguna esfera, sea nacional o local. Quienes ignoran esta verdad están destinados a enfrentar sorpresas desagradables en las urnas. Y esto se dará, desde lo local.
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