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  • Foto del escritorEl Sol de México

Albañil dejó la cuchara y el cemento por los pollos al carbón en Acapulco

Los pollos de Ernesto ya se convirtieron en una tradición en la zona de Caleta y Caletilla.



Hace ocho años, Ernesto llegó al puerto de Acapulco en busca de una mejor vida, su trabajo ayudante de albañilería, pero el tiempo hizo que dejara a un lado la cuchara y el cemento para iniciar un nuevo negocio la venta de pollos al carbón, actividad que hasta la fecha sigue realizando en la zona de Caleta en a Acapulco Tradicional.


Un asador, unas pinzas y un mandil, se convirtieron en sus nuevas herramientas de trabajo, hoy en día Ernesto no se olvida de la albañilería porque fue el primero oficio que le dio de comer en los primeros años que llegó a este destino de playa.



Ernesto es originario de la Ciudad de México y llegó al puerto en busca de una mejor vida para él y su familia; ahora Acapulco es el destino de playa donde vive, trabaja y donde realiza sus sueños de mejorar su situación aún con el intenso calor que representan las brazas que se encuentran en el asador donde colocar los pollos que pone a la venta de turistas y acapulqueños.


El buen sabor y el sazón que le pone a los pollos al carbón, acompañados por salsa, verdura, espagueti, cebolla y tortillas, le ha dado la satisfacción de vender en fines de semana hasta cien pollos y entre semana entre 10 y 20 con sus clientes que llegan al local donde trabaja en la zona de Caleta.



La jornada de trabajo para Ernesto empieza a las 08:00 de la mañana, hora en la que llega al local para preparar sus herramientas de trabajo, así como los pollos que una hora después a las 09:00 de la mañana, inicia a vender ya con todos los condimentos que lleva cada pollo entero, medio o por cuarto que le es solicitado.


Los pollos de Ernesto ya se convirtieron en una tradición en la zona de Caleta y Caletilla, ya que segura que tiene a clientes que son turistas que llegan al puerto cada fin de semana, y acuden al local para adquirir los pollos al carbón y adobados.


Enrique Hernández | El Sol de Acapulco


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