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  • Foto del escritorEl Sol de México

Alantl Molina y el cassette: Cómo un formato retro revivió una carrera musical

Afortunadamente para él, encontró en el arte contemporáneo la opción que la industria de la música le negó.



Alantl Molina es un músico y artista contemporáneo que intentó subir su música a una plataforma de streaming, pero fue rechazado debido a una decisión algorítmica. Y no sólo eso, también lo incluyeron en una lista negra que lo inhabilita para compartir su obra en otras plataformas.


No se trata de un caso aislado, pues como él mismo cuenta en entrevista con El Sol de México, ya se han dado varias situaciones similares, como hace unos meses documentó Variety.



Se trata de circunstancias en las que un robot y no una persona, decide si la obra fue hecha con la ayuda de Inteligencia Artificial o si el artista está utilizando alguna forma fraudulenta de promoción. Pero lo grave es que el músico no puede apelar y que toda su obra es retirada de las plataformas, quedando completamente vetado en ese ambiente.


“Una estación de radio de Los Ángeles me pidió que subiera una canción específica para que la pusieran en un podcast, y yo la subí; de hecho la estaban tocando y jaló un montón. Pero cuando traté de subir otra, que irónicamente se titula ‘Recibamos con un aplauso a los robots’, de la nada la distribuidora me mandó un mail, diciendo que no querían hacer negocios conmigo y que no les volviera a escribir, que mi cuenta estaba cancelada… Me cerraron la cuenta y confiscaron los fondos de la primera canción sin ninguna explicación”, detalla el artista.


Cuenta que inmediatamente trató de encontrar un contacto de servicio al cliente o de buscar en los correos previos que tenía de la empresa, pero no logró hablar con nadie.


“Luego traté de usar otra distribuidora -continúa- y cuando les mandé la canción, me dijeron que tenían que rechazarla y que yo ya estaba en una lista negra porque probablemente había usado un sampleo sin pagar los derechos… Yo les contesté que no era el caso, que todo había sido tocado por músicos y que todos los papeles estaban en regla. Y entonces me respondieron exactamente lo mismo de la primera vez. Ahí me quedó claro que no estaba hablando con personas, sino con bots que dan respuestas automáticas”.


Ante ese panorama, un colega le dijo que quizá conocía a una persona de la industria que podría ayudarles, pero no quiso recurrir a esa opción, porque para él, tomar un atajo de ese tipo no solucionaría el problema de fondo, que es la forma como funciona la industria.


Un as bajo la manga


Afortunadamente para él, encontró en el arte contemporáneo la opción que la industria de la música le negó.


El arte contemporáneo tiene muy mala fama, porque dicen que es racista y clasista, pero en realidad no lo es tanto y comparativamente con la industria de la música es mucho más decente y menos tóxico, porque en la industria de la música ganan todos, menos los músicos”.


Fue así como tuvo la idea de convertir su disco en una pieza de arte contemporáneo, una disciplina en la que parte de lo valioso radica en la escasez, por lo que hizo una edición limitada de sólo 10 copias en cassette.


“Pensé que si me estaban baneando de las formas más modernas de distribución, podía irme a lo más antiguo… Y como sabemos que hoy ya muy poca gente tiene reproductores, le agregamos uno a la pieza, además de unos libritos que tienen la coreografía para bailar las canciones y el método de guitarra fácil para tocarlas”.


Su siguiente paso fue aliarse con la galería Art House, donde exhibió y puso a la venta esta pieza, a un precio de mil dólares las primeras tres copias, y aumentando el precio en las siguientes, esto como una forma de cuestionar el actual modelo de negocio de la industria musical.


Cuenta que si bien las ganancias de lo que vendiera se repartían al 50 por ciento con dicho espacio, este sigue siendo un buen trato en comparación con otras industrias:

“Sí, las galerías se quedan 50 por ciento del valor de una pieza, pero ningún músico gana el 50 por ciento del valor de su disco y ningún escritor recibe el 50 por ciento de lo que se gana por sus libros… Así que a la larga esto es algo más justo”, comenta.


Sorpresivamente, antes de la inauguración de la muestra, Alantl vendió la primera copia del cassette, y unos días después, la segunda. Por lo que ya ganó, hasta el cierre de esta edición, mil dólares.


Contento con los resultados, asegura que con esto ya se cumplió su objetivo y por si fuera poco, que ya ganó mucho más de lo que hubiera obtenido en alguna plataforma como Spotify si hubiera publicado ahí su material.


“Un amigo que vino a la apertura me dijo: ‘¡Te saltaste a la industria de la música para ganar dinero con la música! Y creo que eso es lo que tenemos que hacer: buscar nuevos caminos, porque ya sabemos que el del streaming no funciona, a menos que seas Taylor Swift… Y nadie es Taylor Swift, más que ella”.



La liberación de los esclavos


Su obra lleva el título de Manumisión, un término que en la Roma antigua se le daba a los esclavos durante su proceso de liberación.


“Jugando con eso, además se le da a cada comprador un certificado de autenticidad que dice: ‘Este documento certifica que tú ayudaste a liberar a un músico de la esclavitud de la industria de la música’”.


Para él, todo esto se trata de encontrar nuevas opciones.


“En mi caso lo más importante no es ganar un poco dinero, sino la idea de encontrar otros caminos. Sé muy bien que no cualquiera puede vender un cassette carísimo en una galería, y yo lo hice porque he estado en eso".


"Pero está por ejemplo el caso de una chica de Londres que hace postales personalizadas; por ejemplo, si tú le quieres dar una canción de aniversario a tu esposa, le cuentas de ella y le pagas para que haga una canción y ese es como un servicio con el que ella se mantiene de hacer música, si bien es música por encargo finalmente es otro modelo, y así cada quién tiene que ir encontrando el suyo… Puede haber tantos como hay músicos, sólo tenemos que dejar la inercia del streaming, porque ese camino no funciona y no va a funcionar, no lo van a corregir”.


Irónicamente, después de todo lo que sucedió, Alantl cree que tuvo suerte de que lo vetaran en las plataformas de renta musical:


“Ahora creo que lo peor que me pudo haber pasado hubiera sido que me aceptaran, porque el disco estaría ahí y no estaría pasando nada, porque te prometen que si estás ahí, alguien te va a oír en Bielorrusia o en Vietnam, pero no es cierto, nadie te va a escuchar, porque diariamente suben cientos de miles de canciones y subir la tuya es como aventar algo al vacío, por no hablar de que muy pocos saben cómo se computan las ganancias… Es algo muy complejo, no porque sea complejo en sí, sino porque lo hicieron así.


Como cereza del pastel, el artista destaca que como las disqueras transnacionales son prácticamente las dueñas de estos servicios, si un artista independiente sube su música a ellas, pues termina trabajando para esas corporaciones… Y además sin recibir ninguna remuneración.


De ahí que Alantl asegure que ese modelo sólo convirtió lo que ya era una industria difícil en una especie de “servidumbre feudal”.


Alejandro Castro @djconchaytoro | El Sol de México

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